Director: Fritz Lang
Guión: Thea von Harbou y Fritz Lang
Reparto: Peter Lorre, Otto Wernicke, Gustav Gründgens,
Theo Lingen
Theo Lingen
Música: Edvard Grieg
Fotografía: Fritz Arno Wagner
Productora: Nero Film
Handlung
La ciudad alemana de Düsseldorf sufre una terrible ola de asesinatos. Pero no son meros homicidios. Alguien está acabando con la vida de toda niña pequeña que se le ponga por delante, lo cual ocasiona el pánico, la furia, y el desconcierto por partes iguales. Los ciudadanos viven presa del miedo y la paranoia. Cualquier que se acerque a una joven es jaleado por la multitud como sospechoso más que seguro. La policía se encuentra desbordada, empleando todos los medios y recursos disponibles para hayar al asesino, al igual que los diferentes grupos criminales de la ciudad, que deciden asociarse para dar con el criminal con la excusa de terminar con las continuas redadas y presencia policial en las calles.
Nos encontramos ante una de esas película de importancia capital en la historia del cine, ya que es una película de transición. Fritz Lang era uno de los referentes del expresionismo alemán, y uno de los más influyentes artístas de los siguientes años. En esta película, la primera sonora de Lang, hace uso de las mejores herramientas expresionistas, como el uso de claroscuros, picados, contrapicados, primeros planos... la fotografía tiene una gran importancia a lo largo de la cinta, y que sirve para introducir al espectador en la propia historia. Lang busca, en cierta manera, distanciarse de sus películas anteriores, aunque eso conlleve alejarse de la corriente cinematográfica que había estado tratando durante toda su carrera. Pero esto algo casi imposible, y en la cinta podemos ver claras referencias tanto a su Doctor Mabuse, como al Gabinete del Doctor Caligari, o incluso a El último de su colega Murnau. Sin embargo, Lang dispone de un novedoso recurso que el expresionismo no había tratado con anterioridad: el sonido. Es a través de este, un genial uso de la fotografía y un cuidado e inteligente montaje, que el director nos introduce en la historia con el asesinato de la pequeña Elsie Eckmann, y el cual, jamás vemos, pero somos capaces de intuir. A todo esto ayuda el uso del leitmotiv (una melodía principal que se repite a lo largo de la película que el espectador relaciona rápidamente con un hecho de la historia), en este caso, el protagonista silva el conocido tema de En el salón del rey de la montaña, de Edward Grieg, y que nos avisa de que el asesino actuará en breve (como curiosidad, apuntar que no es el protagonista quien silva realmente, ya que se veía incapaz de hacerlo durante tanto tiempo seguido sin desmayarse por la falta de aire, por lo que fue la propia Thea von Harbou quien se grabó silvando la melodía).
Hay que destacar otra de las intenciones de Lang con su película, y es jugar con el concepto de justicia. En el tercer acto, el asesino es acorralado por los criminales de la ciudad en un edificio de oficinas. Es, finalmente, capturado, y juzgado por los mismos delincuentes que han pasado algún tiempo entre rejas, o que se encuentran en busca y captura. El vampiro trata de mantener la calma y defender su inocencia, pero no tarda en quebrarse, confesar sus crímenes, y asegurar que no es capaz de controlar sus instintos asesinos. He aquí cuando llegamos al clímax de la película, y donde cada cual encontrará su propia lectura comparativa con el momento que vivía Alemania. El asesino convertido en víctima, y las víctimas en verdugos. El asesino admite que está loco, que necesita ayuda, y que desea entregarse a la policía. Los criminales que le han capturado se niegan a esto, ya que esto no garantizaría la solución al problema. Lo internarían en un psiquiátrico a costa de todos los contribuyentes, y pasado un tiempo saldría libremente, volviendo a asesinar a niñas. Para un sujeto como él, sin cura posible, la única opción es la muerte. El abogado defensor que los criminales nombran para disimular la farsa de aquel juicio popular asegura que no está en mano de ellos acabar con la vida de esta persona, ya que nadie tiene el derecho a hacer esto, salvo el propio estado a través de las leyes, y estas exculpan a una persona que no puede controlar sus impulsos al estar enfermo. Durante unos minutos, Lang juega con el espectador y la disyuntiva que supone tomar un camino u otro. Dejarse guiar por el estómago o la cabeza. Sin embargo, decide tomar por nosotros la decisión final. La policía irrumpe en el último momento salvando al asesino. Este es juzgado, y justo cuando el tribunal está a punto de dictar sentencia, Lang decide cortar dicha imagen para mostrarnos a las madres de las niñas asesinadas que ya ni escuchan, ya que nada les devolverá a sus hijas.
Hay que destacar otra de las intenciones de Lang con su película, y es jugar con el concepto de justicia. En el tercer acto, el asesino es acorralado por los criminales de la ciudad en un edificio de oficinas. Es, finalmente, capturado, y juzgado por los mismos delincuentes que han pasado algún tiempo entre rejas, o que se encuentran en busca y captura. El vampiro trata de mantener la calma y defender su inocencia, pero no tarda en quebrarse, confesar sus crímenes, y asegurar que no es capaz de controlar sus instintos asesinos. He aquí cuando llegamos al clímax de la película, y donde cada cual encontrará su propia lectura comparativa con el momento que vivía Alemania. El asesino convertido en víctima, y las víctimas en verdugos. El asesino admite que está loco, que necesita ayuda, y que desea entregarse a la policía. Los criminales que le han capturado se niegan a esto, ya que esto no garantizaría la solución al problema. Lo internarían en un psiquiátrico a costa de todos los contribuyentes, y pasado un tiempo saldría libremente, volviendo a asesinar a niñas. Para un sujeto como él, sin cura posible, la única opción es la muerte. El abogado defensor que los criminales nombran para disimular la farsa de aquel juicio popular asegura que no está en mano de ellos acabar con la vida de esta persona, ya que nadie tiene el derecho a hacer esto, salvo el propio estado a través de las leyes, y estas exculpan a una persona que no puede controlar sus impulsos al estar enfermo. Durante unos minutos, Lang juega con el espectador y la disyuntiva que supone tomar un camino u otro. Dejarse guiar por el estómago o la cabeza. Sin embargo, decide tomar por nosotros la decisión final. La policía irrumpe en el último momento salvando al asesino. Este es juzgado, y justo cuando el tribunal está a punto de dictar sentencia, Lang decide cortar dicha imagen para mostrarnos a las madres de las niñas asesinadas que ya ni escuchan, ya que nada les devolverá a sus hijas.
Como apuntaba anteriormente, la película parece basarse principalmente en el caso real de Peter Kürten, un criminal en serie que sembró el pánico en Düsseldorf, y toda Alemania, durante los años 20 y principios de los 30 al asaltar sexualmente y matar a buen número de mujeres. Tras ser atrapado en 1930, fue apodado como el vámpiro de Düsseldorf durante el juicio. Sin embargo, muchos años después, el propio Lang negó esta creencia, afirmando que su película no se centra en un único asesino, sino en muchos que llenaban páginas de periódicos en Alemania durante aquella época. Pero creo que es innegable la influencia de la propia historia de Kürten en la cinta. De hecho, para llevar a cabo una investigación más exhaustiva, Lang se entrevistó con varios criminales y asesinos para perfilar de esta manera con mayor fidelidad al protagonista de su historia. Uno de ellos fue Peter Kürten.
Se ha dicho también que la intención de Lang era realizar una crítica sobre el ascendente partido nazi, y como este sembraba el caos en las calles alemanas con sus Sturmabteilung, o Sección de Asalto (SA) mediante disturbios, enfrentamientos, trifulcas, vandalismo, etc... con el título original, Un asesino entre nosotros. Aunque con Thea von Harbou (nazi confesa) de por medio, dudo mucho que esto tenga algún sentido, y si creo que el cambio fue una estrategia puramente comercial para aprovechar que los sucesos de Düsseldorf aún se encontraban frescos en la memoria del público.
Para el papel protagonista tenemos a un gran artista europeo reconocido internacionalmente por sus icónicos ojos saltones y aspecto inocente, me estoy refiriendo por supuesto al gran Peter Lorre. Este era un exitoso actor de teatro en Berlín cuando Fritz Lang le ofreció protagonizar dar vida al protagonista de su cinta, quien salvo por unos cortos planos al comienzo, no aparece realmente hasta casi el tercer acto. Curiosamente, en esta película nos encontramos a un Lorre algo más entrado en carnes que a lo que nos tiene acostumbrado en otros papeles de los años 40, recordando por momento a Orson Welles. Aunque desde luego, sus característicos ojos le delatan. Fue esta película con la que se hizo un nombre a nivel internacional, aunque no le serviría para ejercer de protagonista en proyectos futuros, quedando principalmente encasillado como villano. De origen judío, su imagen en esta película sería usada por la Alemania nazi para incitar la desconfianza y el odio hacía dicha religión.
Das Beste:
El apartado técnico, precursor del cine noir. Peter Lorre.
Das Schlimmste:
Puede que le sobre metraje. A pesar de no ser una película larga, es lenta en ciertos momentos.
Aquí podéis ver la película online:
Nota: 4,75/5 Cervecitas.
@cine_aleman