Director: Wim Wenders
Guión: Wim Wenders, Peter Handke Richard Reitinger
Reparto: Bruno Ganz, Otto Sander, Peter Falk,
Solveig Dommartin, Curt Bois
Solveig Dommartin, Curt Bois
Música: Jürgen Knieper
Fotografía: Henri Alekan
Productora: Road Movies Filmproduktion/ Argos Film
Handlung
Damiel y Cassiel son dos de los muchos ángeles que sobrevuelan los cielos de la Berlín dividida por el muro observando (en color sepia) y escuchando a los humanos. No existe interacción directa entre ellos, y únicamente los niños y las personas de buen corazón son capaces de verles o sentir su presencia. Aunque llevan realizando la misma tarea desde siempre, no llegan a entender muchos de los sentimientos de los hombres. Damiel, quien se enamora de una trapecista, y que arde en deseos de comprender mejor a los humanos, decide dejar las alas para así poder llevar la vida de un hombre normal y corriente.
Meine Bewertung
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Cuando hablamos de los directores alemanes más reconocidos a nivel internacional, resulta inevitable mencionar a Wim Wenders. La crítica siente gran admiración por este director que, al igual que muchos otros de su generación, transformaron el cine alemán desde finales de los años 60. Aunque partiendo de unas bases diferenciadas, la heterogeneidad de los miembros de esta ola resulta más que evidente. En el caso de Wenders, nos encontramos con un autor claramente influenciado por el cine internacional, especialmente el norteamericano, aunque tampoco oculta su fascinación por el cine de Yazujiro Ozu, por poner un ejemplo. Wenders se hizo un nombre tras los éxitos de cintas como Alicia en las ciudades, El amigo americano, y especialmente, París, Texas. Todas ellas le valieron un gran reconocimientos artístico, pero sería en 1987 cuando estrenaría posiblemente su obra maestra, y que a día de hoy es considerada como cinta de culto, El cielo sobre Berlín (o Las alas del deseo).
El director busca mostrar dos realidades. La sepia existencia eterna de los ángeles, y la de los humanos en color. Los primeros son testigos del día a día de los segundos. Son confesores invisibles de sus más secretas y privadas cuestiones. Muchas de ellas son de carácter cotidiano, pero las hay que traspasan la línea y van más allá. Preguntas referidas al sentido de la vida, a la soledad, al futuro, al amor... los ángeles poco pueden hacer para ayudar a los humanos salvo trasmitirles cierto consuelo etéreo. Damiel, interpretado magistralmente por Bruno Ganz y cuya imagen con las alas subido a lo alto de la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm de Berlín es todo un icono, ansía entender más sobre los sentimientos de los humanos, algo que su condición de ángel le impide. Su misión es la de observar y escuchar, nada más, pero su deseo de sentir como los humanos, unido a la fascinación por el personaje de la trapecista, interpretada por Solveig Dommartin, es tan grande, que finalmente logra la trasformación. Poco a poco irá descubriendo la realidad de los sentimientos o las experiencias, ya sea tomar un café, fumar un cigarrillo, estrechar una mano o recibir un beso de la persona que ama. Dos formas de pensamiento, al fin aunadas, que tendrán como único propósito, la búsqueda de la felicidad mortal.
Partiendo de una idea más que fascinante, el problema de la película radica en la excesiva recreación por parte de Wenders en cuanto tanto a la cantidad de pensamientos que escuchan los ángeles, como a la inexistente ritmo de la cinta. La línea argumental de la cinta se ve entroncada por un excesivo número de escenas intrascendentes que queriendo plasmar un sin fin de cuestiones de tinto filosófico por parte de los guionistas no hacen más que entorpecer el ritmo. A su vez, si bien las reflexiones de los personajes humanos, ya sean la trapecista, el narrador, o el propio Peter Falk, resultan interesantes, el desarrollo de las mismas resulta más que inverosímil ya que dificilmente una persona lleva a cabo dichas reflexiones con semejante lenguaje. Encuentro más apropiado un texto cuyas elucubraciones vengan acompañadas de un mayor número de ejemplos personales, en vez de las que aparecen en pantalla. La fascinante fotografía por parte del consagrado Henri Alekan, las tomas en picado recorriendo los tejados de Berlín, el excelente uso de la música, el argumento de la cinta, y el carisma del genial Bruno Ganz, logran tapar en gran medida el, en ocasiones, lastre del guión.
Seis años después, Wenders, quien concluía la película con un continuara... estrenó la segunda parte, Tan lejos, tan cerca, en la que contaba con parte del reparto original, aunque en esta ocasión es Otto Sander, Cassiel en la cinta, el protagonista.
El director busca mostrar dos realidades. La sepia existencia eterna de los ángeles, y la de los humanos en color. Los primeros son testigos del día a día de los segundos. Son confesores invisibles de sus más secretas y privadas cuestiones. Muchas de ellas son de carácter cotidiano, pero las hay que traspasan la línea y van más allá. Preguntas referidas al sentido de la vida, a la soledad, al futuro, al amor... los ángeles poco pueden hacer para ayudar a los humanos salvo trasmitirles cierto consuelo etéreo. Damiel, interpretado magistralmente por Bruno Ganz y cuya imagen con las alas subido a lo alto de la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm de Berlín es todo un icono, ansía entender más sobre los sentimientos de los humanos, algo que su condición de ángel le impide. Su misión es la de observar y escuchar, nada más, pero su deseo de sentir como los humanos, unido a la fascinación por el personaje de la trapecista, interpretada por Solveig Dommartin, es tan grande, que finalmente logra la trasformación. Poco a poco irá descubriendo la realidad de los sentimientos o las experiencias, ya sea tomar un café, fumar un cigarrillo, estrechar una mano o recibir un beso de la persona que ama. Dos formas de pensamiento, al fin aunadas, que tendrán como único propósito, la búsqueda de la felicidad mortal.
Partiendo de una idea más que fascinante, el problema de la película radica en la excesiva recreación por parte de Wenders en cuanto tanto a la cantidad de pensamientos que escuchan los ángeles, como a la inexistente ritmo de la cinta. La línea argumental de la cinta se ve entroncada por un excesivo número de escenas intrascendentes que queriendo plasmar un sin fin de cuestiones de tinto filosófico por parte de los guionistas no hacen más que entorpecer el ritmo. A su vez, si bien las reflexiones de los personajes humanos, ya sean la trapecista, el narrador, o el propio Peter Falk, resultan interesantes, el desarrollo de las mismas resulta más que inverosímil ya que dificilmente una persona lleva a cabo dichas reflexiones con semejante lenguaje. Encuentro más apropiado un texto cuyas elucubraciones vengan acompañadas de un mayor número de ejemplos personales, en vez de las que aparecen en pantalla. La fascinante fotografía por parte del consagrado Henri Alekan, las tomas en picado recorriendo los tejados de Berlín, el excelente uso de la música, el argumento de la cinta, y el carisma del genial Bruno Ganz, logran tapar en gran medida el, en ocasiones, lastre del guión.
Seis años después, Wenders, quien concluía la película con un continuara... estrenó la segunda parte, Tan lejos, tan cerca, en la que contaba con parte del reparto original, aunque en esta ocasión es Otto Sander, Cassiel en la cinta, el protagonista.
Das Beste:
La fotografía, Bruno Ganz.
Das Schlimmste:
El guión y el ritmo de la cinta.
Preises:
Festival de Cannes
Mejor Director
Premios del Cine Alemán
Mejor Película
Mejor Fotografía
Premios del Cine Europeo
Mejor Director
Mejor Actor Secundario
Premios del Cine Bávaro
Mejor Director
Nota: 3,5/5 Cervecitas.
@cine_aleman
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