martes, 19 de mayo de 2015

Crítica: Stalingrad (1993)

Título en Español: Stalingrado
Director: Joseph Vilsmaier
Guión: Johannes Heide, Jürgen Büsche, Joseph Vilsmaier
Reparto: Dominique Horwitz, Thomas Kretschmann, Jochen Nickel, 
Martin Benrath, Sebastian Rudolph
Música: Norbert J. Schneider
Fotografía: Rolf Greim, Klaus Moderegger, Peter von Haller
Productora: Bavaria Film


Handlung
Agosto de 1942, Cervo, Italia, costa mediterránea. Un grupo de soldados de la Wehrmacht disfrutan de unos días de reposo antes de dirigirse a la lejana ciudad rusa de Stalingrado, en el marco de La Operación Azul, con la intención de alcanzar los pozos de petróleo soviéticos del Cáucaso. Sin embargo, nada podrá prepararles para lo que allí les espera. Oficiales y soldados, superados por la fuerte sensación de superioridad y odio hacia el pueblo ruso, ejecutando a civiles; la constante resistencia por parte de los soldados rusos; las adversas condiciones climáticas; los suministros que no llegan, unido al pésimo estado de sus equipos de combate; y por supuesto, la contraofensiva final de los soviéticos, que cercará a los alemanes impidiéndoles escapar, únicamente esconderse hasta que llegue su momento. 

Meine Bewertung
Escribía George Orwell en su obra maestra, 1984, que la historia la escriben los vencedores, y es verdad. La versión de los hechos acontecidos, por lo general, lleva la firma de aquel que salió victorioso y que tiene por defecto la capacidad de narrarla al mundo entero. Requiere algo más de tiempo encontrar versiones que difieran o que busquen mostrar otro punto de vista. En el caso de la Segunda Guerra Mundial, hemos asistido a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX, a la versión de los vencedores, EEUU, Gran Bretaña, Francia, URSS..., haciendo poco caso a lo que los vencidos podían transmitirnos. El cine es uno de estos medios para mostrar lo que "ocurrió" en un momento determinado. Alemania, Italia, Japón... buscaban tratar estos hechos de la manera más políticamente correcta, sin molestar a los vencedores, y sin incomodar demasiado a los suyos. Encontrábamos casos interesantes como la trilogía de La Condición Humana, en Japón, o Roma: Citta Aperta, en Italia. Todas, películas anti-bélicas en las que denuncia a parte del ejército, el "gobierno", y busca humanizar a los soldados y a la población civil. Con el paso de los años, estos países se han atrevido a contarnos como ellos también fueron víctimas, sin dejar de ser verdugos en ocasiones, de la misma manera que el lado vencedor comienza a reconocer que si bien salvaron al mundo de la tiranía fascista, no lo hicieron con las manos limpias. En el caso de Alemania encontramos tres películas claves que ejemplifican lo que os estoy contando: El Puente (Bernhard Wicki, 1959), El Submarino (Wolfgang Petersen, 1981), y Stalingrado. Esta última sigue la premisa de las dos películas anteriores, mostrar que en el lado de los "malos", también había buenos hombres que, llamados a filar a luchar por su país, fueron también víctimas de los horrores de la guerra. Y para ello se ha de contar la verdad, y la verdad es que entre estos hombres también se encontraban auténticos asesinos que, disculpados por años y años de la propaganda nazi que incitaba al odio y la violencia, realizaban carnicerías inimaginables y traumáticas tanto para sus víctimas, como para los hombres en sus propias filas que se convertían en testigos silenciosos e impotentes.



Otro aspecto a tener en cuenta es el técnico, relacionado principalmente con el tema presupuestario. Mientras que el cine norteamericano, y en menor medida el británico, contaban con elevados presupuestos que permitían la elaboración de portentosas escenas de acción (lo que en ocasiones devaluaba la calidad artística de la cinta), el cine europeo se decantaban obligatoriamente por enfocar sus historias en el drama, tanto interno como externo, de sus personajes sin necesidad de mostrar épicas batallas. Un claro ejemplo lo vemos con dos películas alemanas anteriores a las que nos atañe hoy, El Médico de Stalingrado (Géza von Radványi, 1958) y Stalingrado: Batalla en el infierno (Frank Wisbar, 1959), en la que ambos directores se centran más en el conflicto interno de los sus protagonistas que en la propia acción. El género bélico europeo suele presentar estás características, salvo contadas excepciones, pero es tras el estreno de El Submarino que las productoras deciden apostar más por un género en cierto modo devaluado. Es el caso de Stanlingrado, en el que combina a la perfección la evolución de los personajes tras padecer los horrores de la guerra, con espectaculares escenas de acción y batallas. El apartado técnico, en resumen, poco o nada tiene que presumir con el de una gran producción estadounidense.
Por todos estos motivos considero que Stalingrado es una de las mejores cintas, no solo bélicas de la historia, sino también de la filmografía alemana y europea. Una película a tener en cuenta y a rescatar del olvido que la ha situado su injusta infravaloración. 


Das Beste:
Todo, pero sobretodo, el valor de mostrar el punto de vista alemán de una de las batallas más brutales de la guerra.

Das Schlimmste:
Una película injustamente infravalorada y, a día de hoy, olvidada.

Preises:
Premios del Cine Bávaro
Mejor Producción
Mejor Fotografía
Mejor Edición

Podéis ver la Película Online aquí:



Nota: 4,5/5 Cervecitas.

@cine_aleman

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