martes, 1 de diciembre de 2015

Crítica: Victoria (2015)

Título en Español: Victoria
Director: Sebastian Schipper
Guión: Olivia Neergaard-Holm, Sebastian Schipper
Reparto: Laia Costa, Frederick Lau, Franz Rogowski,
Max Mauff, Burak Yigit, Nadja Laura
Música: Nils Frahm
Fotografía: Sturla Brandth Grovlen
Productora: Monkey Boy/ Deutschfilm/ Radical Media


Handlung
Victoria es una joven madrileña residente en Berlín que tras entablar relación con cuatro jóvenes y simpáticos alemanes a la salida de una discoteca a las cuatro de la mañana se verá envuelta en una consecución de inesperados e irreparables giros que cambiarán su vida para siempre. Seguiremos a Victoria en tiempo real, durante más de dos horas, y sin cortes, a través de las calles del barrio berlinés de Kreuzberg en una espiral de momentos inolvidables que atraparán de lleno al espectador en su butaca/sofá/cama, y que difícilmente podrán olvidar.

Meine Bewertung
Si consigo que cada persona que entre en este blog y lea esta reseña se animen a ver la película, me sentiré realmente satisfecho, ya que es lo que quiero, que la veáis. Y es que se ha hablado mucho de Victoria. Fue premiada en el Festival de Cine de Berlín, arrasó cual huracán en los Premios del Cine Alemán de este año haciéndose con seis de los siete premios a los que aspiraba, gran parte de la crítica tuvo que reconocer, no solo el mérito de grabar toda la historia en un único plano de más de dos horas, sino la fuerza que desprendía cada fotograma gracias tanto al equipo artístico como el técnico. Se ha hablado, y se sigue hablando mucho, de esta cinta para bien, y por la simple razón de que están en lo cierto. Sin ánimo de descubrirme como un empedernido categórico, me atrevo a asegurar que nos encontramos, no solo ante una de las mejores películas alemanas de los últimos años, sino de toda su historia. Muchos son los culpables de dicha hazaña, pero me gustaría destacar al director y guionista de esta maldita genialidad, Sebastian Schipper, y a la inteligencia mostrada en su cuarto trabajo tras las cámaras desde 1999 en la que, a diferencia de una gran mayoría de los directores actuales, pone la técnica al servicio de la historia, en vez de la historia al servicio de la técnica. Con esto me refiero al principal atractivo con el que se vende la película, su único plano, todo un prodigio técnico por parte de Sturla Brandth Grovlen que invita al espectador más curioso a darle una oportunidad a la cinta. Y es verdad. Pero hay más. No es solo que el cámara esté grabando durante más de dos horas sin cortes (algo por lo que Hitchcock hubiese matado para su Rope y que imitó no hace mucho Alejandro González Iñarritú en la estupenda Birdman) a los actores andando, corriendo, subiéndose a tejados, disparando, conduciendo, tocando el piano, desangrándose, es que además tiene una historia como trasfondo. Un argumento que analizado fríamente tras el primer visionado, descubres que habría perdido gran fuerza sin el plano secuencia, de la misma manera que este habría resultado una costosa perdida de tiempo sin la historia. El desarrollo de la trama resulta en todo momento realista, unido a que el espectador es uno más en la historia, siempre a la misma altura que los personajes, compartiendo cada momento con ellos. Esto ayuda a afianzar la credibilidad de los acontecimientos, por muy sorprendentes que puedan llegar a parecer. Seguramente en una historia con cortes, con pausas, la historia habría perdido gran parte de su fuerza, permitiendo al crítico de turno usar frases recurrentes para explicar los diferentes giros del guión como metidos con calzador, pero no es el caso gracias a lo dicho anteriormente.


Y a pesar de la dificultad que supone estar más de dos horas (y perdonad que repita el dato, pero es algo que quiero remarcar) contando algo sin parar, el ritmo de la historia jamás decae. Dividida en dos partes claramente diferenciadas, comenzamos con Victoria entablando amistad con los cuatro jóvenes, paseando, charlando, bebiendo, riendo, conociéndolos a fin de cuenta; y una segunda en la que la protagonista decide seguirlos para echarles una mano en un peligroso trabajo, algo que dota de mayor emoción a la historia, pero siguiendo el mismo sentido del ritmo que la primera parte. Esto se debe en gran parte al gran trabajo del reparto, los cuales improvisan gran parte de sus diálogos siguiendo unas pautas previas por parte de Olivia Neergaard-Holm y Sebastian Schipper. De entre ellos destacan por supuesto la española Laia Costa, a quien hemos visto en España en la película Tengo ganas de ti (Fernando González Molina, 2012) y dentro de poco en Palmeras en la nieve, del mismo director. Una joven que, como tantos españoles, ha abandonado su país natal por diversas razones, que vive con un sueldo miserable, en una ciudad en la que no conoce a nadie y que a causa de esto último, y un duro pasado que iremos descubriendo a lo largo de la historia, permite entender las decisiones que toma durante la misma. Su trabajo en esta cinta ha sido considerado por no pocos críticos como una de las revelaciones del año, siendo la primera actriz de habla no alemana que logra el premio a Mejor Actriz de la Academia de Cine Alemán. Y por supuesto, tenemos a Frederick Lau, un actor al que la mayoría descubrimos en La Ola (Dennis Gansel, 2008) dando vida a un joven marginado que se veía encandilado en el proyecto escolar sobre el totalitarismo impuesto por su profesor. A diferencia de otros actores de su misma generación con un mayor atractivo como Max Riemelt, Elyas M´Barek, Matthias Schweighöfer, Florian David Fitz, o Tom Schilling, el principal atractivo de Lau es la ausencia del mismo. Eso le permite (por no decir que le obliga) a desarrollar un tipo de personajes mucho más profundos y complejos como es el caso. Su trabajo como Sonne es apabullante. En resumen, la química entre estos dos actores, una versión menos académica pero más real de Ethan Hawke y Julie Delpy en la trilogía de Antes de..., supone todo un aliciente para la historia. El resto del reparto, Franz Rogowski, Max Mauff y Burak Yigit, están a la altura en sus roles secundarios, especialmente el primero. 
No quisiera terminar sin mencionar la exquisita (no se me ocurre mejor adjetivo en este caso) banda sonora de Nils Frahm, la cual aparece principalmente en momentos de absoluto silencio fílmico. Los personajes pueden seguir hablando, pero Schipper no está interesado en sus diálogos, sino en captar el momento, y esto es algo que gracias al trabajo de Frahm.


Das Beste:
Todo.

Das Schlimmste:
El desarrollo de ciertos puntos de la historia invitan al debate, como la rapidez de los medios para llegar e informar del tiroteo, o que la policía no llegue a tiempo al hotel, pero poco más.

Preises:

Premios del Cine Alemán
Mejor Película
Mejor Director
Mejor Actor
Mejor Actriz
Mejor Fotografía
Mejor Música

Festival de Cine de Berlín
Premio del Gremio de Cineastas Alemanes
Oso de Plata por su Contribución Técnica

Nota: 5/5 CERVECITAS!



@cine_aleman

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